1)
Eliza, el agua de la libertad
Aún recuerdo como si fuera ayer un mes de agosto del año 79 cuando por
capricho del destino fui a trabajar a un pueblo de la provincia de Ávila llamado
Lanzahita, allí me sucedió algo que cambió el rumbo de mi vida para siempre.
Comencé a trabajar en una residencia que albergaba muchos de los ancianos
mas antiguos del pueblo, conociendo en ella a un hombre llamado Ezequiel,
que vivía atormentado por una extraña enfermedad terminal que le afectaba a
la memoria y que pasaba las horas soñando con los recuerdos pasados, sin
poder recordar su propio presente.
Una tarde mientras le visitaba como cada semana, Ezequiel me pidió que le
bajara un libro que tenía en la estantería , me subí en la escalera de madera
para cogerlo, cuando una suave brisa entró en la habitación y un escalofrío
recorrió todo mi cuerpo, el libro que apenas había conseguido mantener en mis
manos, cayó desde la estantería y se desplomó contra el suelo dejando salir en
su caída, lo que parecía una pequeña fotografía que durante unos segundos
planeó por la habitación hasta caer al suelo.
El se levanto de la cama para cogerla y una bonita sonrisa se dibujó en su
cara, recostándose de nuevo sobre su cama comenzó a contarme su historia
con una pasión y firmeza que parecía que los años no hubieran mermado la
realidad que contaba.
La historia hablaba sobre una chica llamada Eliza, de cabellos largos y rojizos
y sonrisa de ángel, de la que se había enamorado. Ella provenía de una familia
pobre y humilde, mientras que él, provenía de una de las familias más ricas del
pueblo de Lanzahita. Su amor estaba prohibido en aquellos tiempos que
corrían, estando Ezequiel además prometido a Marina, una chica de un pueblo
vecino cuya familia poseía grandes tierras. A Ezequiel como era de esperar,
este matrimonio por conveniencia no le hacía feliz, él creía en el amor
verdadero y lo único que deseaba era casarse con Eliza, tener una vida feliz y
envejecer junto a ella.
Como cada noche, a la duodécima campanada del reloj de la plaza, Ezequiel y
Eliza se encontraban en la garganta donde juntos se sentaban y soñaban con
la vida que no podían alcanzar y se consolaban por ello. El motivo de
encontrarse en tan insólito lugar, era porque a Eliza le encantaba el agua, para
ella simbolizaba la libertad y soñaba con convertirse en una sirena y vivir en la
garganta, en la que cada noche esperaría a su amado con la ilusión y la
esperanza de encontrarle algún día. Ella sentía que Ezequiel era su compañero
de su viaje, pero él tenía que casarse con Marina, su familia lo había dispuesto
así y todos dependían de que así lo hiciera.
La noche acababa y tenían que volver a sus hogares, Eliza lloraba mientras
Ezequiel la intentaba consolar desesperadamente, pero era inútil, el sol volvía a
despertar y ellos tenían que ocultar su amor otro día más.
Una noche Ezequiel llevó a la cita una cámara fotográfica que le había
regalado Marina como regalo de bodas, puesto que a él le encantaba la
naturaleza y siempre tenía que ir allá donde fuera con una libreta y un lápiz
para dibujar todo lo que veía. Cuando llegó se encontró a Eliza bañándose
desnuda en la garganta y la hizo una foto a la luz de la luna.
Los días iban pasando y el día del enlace se estaba acercando, Eliza estaba
perdiendo la esperanza, sentía que su amor se estaba apagando y con él, ella
misma. Lo único que Eliza quería, era huir de Lanzahita y comenzar una vida
junto a Ezequiel así que esperó la llegada de su cita como cada noche para
hablar con él e invitarle a escapar con ella, asumiendo que si él no estaba
dispuesto a hacerlo, ella se iría, como si lanzándose al agua pudiera
convertirse en sirena y escapar de aquel lugar.
De pronto el anciano se quedó dormido, quizá por el efecto de la medicación
tan fuerte que debía tomar debido a su enfermedad, por lo que lo arropé con
las sábanas y le dejé descansar sabiendo que nunca sabría el final de la
historia puesto que esa extraña enfermedad no le dejaría recordar nada al día
siguiente.
Por fin era martes por la tarde, era el día de las visitas, allí estaba yo
impaciente con la foto de Eliza dispuesto a hacerle recordar, pero al enseñarle
la foto me dijo que no sabía quien era. Entonces, con la foto en la mano, me
dispuse a preguntar a la gente del pueblo por ella, tratando de averiguar si lo
que Ezequiel me había contando era una historia real o inventada. La gente del
pueblo tendría que saber algo de ella si fuera real y quizás Ezequiel estuviera
recobrando la memoria.
Para mi sorpresa la gente se mostraba reacia a hablar de esa chica, pero
sabía que existía y eso me motivó para empezar a investigar sobre ella. Fue
entonces cuando descubrí que la garganta de Lanzahita se llamaba Eliza, Una
coincidencia así, no podía ser casualidad, por lo que me juré a mi mismo que
debía averiguar el resto de la historia.
Habían pasado casi tres meses cuando una tarde al enseñarle la foto de Eliza,
pude ver la misma cara que aquella tarde en la que comenzó a contarme la
historia. Así que le pedí que terminara de contármela y él encantado pero un
poco entristecido se dispuso a contármelo…
Volvimos a aquella garganta, aquella misma noche en la que Eliza estaba
dispuesta a lanzarse al agua él estaba dispuesto a huir con ella y antes de que
ella pudiera decir nada, Ezequiel le cogió de la mano y bajo la luna le prometió
que escaparían juntos, que no temiera más y que por fin podrían ser felices
juntos.
A pesar de ser un matrimonio de conveniencia, Marina, la prometida de
Ezequiel, estaba locamente enamorada de él, pero ella sabía que su amor no
era correspondido. Una mañana mientras limpiaba la habitación, descubrió un
pequeño baúl bajo una estantería, algo dentro de ella le decía que no debía
abrirlo pero no pudo evitarlo y temblando, lo abrió. Desafortunadamente, ese
presentimiento que llevaba atormentándola durante su compromiso era cierto,
ya que dentro encontró una foto de Eliza, la foto que Ezequiel le hizo aquella
noche de luna llena cuando ella se estaba bañando desnuda en la garganta.
Marina no pudo contener las lágrimas, arrugó la foto con sus manos y salió de
la habitación.
Por fin había llegado el gran día para Eliza, por fin podría ser feliz al lado de su
amado, era tan bonito y tan perfecto que aún no podía creerlo. Sólo faltaban
unas horas para su encuentro, ya no seria una cita como las demás, sería el
comienzo de su nueva vida en la que no habría miedo, solo felicidad y poder
gritarle al mundo entero que amaba a Ezequiel.
Al caer la noche Ezequiel regresó a casa con el tiempo justo para recoger sus
cosas puesto que había pasado el día preocupado de que no quedara ningún
cabo suelto antes de su huida con Eliza, cuando estaba a punto de cerrar la
puerta recordó que se dejaba algo muy importante para él, la cámara que
Marina le había regalado y subió a la habitación a buscarla pese a que el reloj
hacía un rato que había tocado la duodécima campanada, pero no podía irse
sin ella. Encontró su baúl abierto y la foto de Eliza arrugada y tirada en el suelo,
en ese momento sólo pensó en una cosa, ¡Eliza!. Sabía que Marina estaba
enamorada de él y que seria capaz de cualquier cosa por conseguirlo. Así que
sin pensarlo mas salió corriendo como alma que lleva el diablo hacia la
garganta, recordando por el camino los momentos tan mágicos que había
pasado con Eliza y sintió que sin ella, su vida no tendría ningún sentido.
Eliza no había podido esperar a que sonaran las campanas como cada noche,
recogió sus cosas y se dirigió a esperar a su amado, quería disfrutar del último
baño en su garganta y del rumor de sus limpias y bellas aguas, pero de pronto
algo inesperado sucedió, Marina estaba allí escondida esperando su llegada y
no dudó en abalanzarse sobre ella e intentar ahogarla, forcejearon durante
unos minutos. Desgraciadamente, Eliza resbaló y se golpeó con una piedra en
la cabeza, Marina atemorizada la arrastró hasta el agua y la dejó caer y en ese
preciso instante apareció Ezequiel y se lanzó al agua para rescatarla, pero ya
era demasiado tarde, Eliza estaba muerta.
Durante unos segundos Marina y Ezequiel quedaron hipnotizados mirándola,
Ezequiel sintió como su corazón se rompía en pedazos, empezó a sentir
temblores por todo el cuerpo y antes de desmallarse, vio a Eliza con sus
cabellos largos y rojizos nadando en el agua y con una larguísima cola verde
esmeralda, ¡se había convertido en una sirena!
Ese fue el último recuerdo de Ezequiel, desde aquel fatídico accidente cayó en
una fuerte depresión que degeneró en muchas enfermedades como la que
ahora mismo padecía. Fue entonces cuando comprendí el por qué de ese
nombre, fue en honor a Eliza, la chica que murió en la garganta. Y por eso la
gente de Lanzahita no quiso hablar nunca de aquello.
Cuando Ezequiel acabó de contarme la historia no pudo contener sus lágrimas,
yo estaba muy emocionado al ver que estaba recuperando la memoria y pensé
que le vendría bien subir a la garganta para volver a experimentar aquellas
sensaciones así que le prometí que el martes siguiente le llevaría a ver a su
amada Eliza.
Por fin llegó el martes, Ezequiel a penas durmió nada en toda la semana,
cuando llegamos allí me pidió que le acompañara a la orilla, necesitaba tocar el
agua que tanto amaba su Eliza, en el momento que sus dedos tocaron el agua,
sentí que sus almas se fundieron y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo,
Ezequiel ya no estaba conmigo, por fin se había encontrado con su amada.
Al día siguiente se celebró su entierro en el que tintinearon doce campanadas
en recuerdo a su historia.
Gracias a Ezequiel volví a creer en la magia, en un mundo de ilusiones que
forman parte de nuestra vida y que hacen posible vivir nuestros propios sueños
hasta el final de los días.
Decidí quedarme a vivir en Lanzahita y vivo esperando a mi sirena.
2)
Algola
Relato corto inspirado en la célebre canción de Sabino Méndez.
I CEMENTERIO.
La Abantera había
amanecido aquella mañana desaparecida tras un algodón blanco y negro de nubes,
una imagen que otorgaba la condición de normalidad para, al menos, un día de
los que duraban las fiestas patronales de Lanzahíta a principios del mes de
Septiembre.
Eran las primeras fiestas de aquel pueblo como jefe de la
policía local para el sargento Nieto, le habían destinado allí de manera
forzosa hacía más o menos dos semanas y pronto el hecho angustioso de tener que
pasar en aquel lugar dos años de su vida se había visto aliviado por la
peculiaridad y belleza del paisaje de la zona del Valle del Tiétar y la Sierra
de Gredos.
Pero su presencia aquella mañana frente al monte de la Abantera
junto a un equipo de la policía judicial de Arenas de San Pedro nada tenía que
ver con la festividad de la Virgen del Prado. Sus manos doblaban sobre sí
mismos los folios que conformaban la decimocuarta denuncia formulada en menos
de un mes por unos mismos hechos. Catorce habían sido las tumbas que habían
sufrido daños en el cementerio de la localidad desde principios del mes de
Agosto.
El cabo López había sobrevivido a una sobredosis de polvo que
reposaba sobre los expedientes entre los que había buceado la noche anterior
buscando hechos similares ocurridos en Lanzahíta y pueblos cercanos en los
últimos diez años.
Aún con sorpresa en su gesto, el sargento Nieto le daba
cuenta al capitán de la policía judicial que en los últimos diez años habían
sido denunciados unos trescientos casos, similares a los de hoy, allí en
Lanzahíta y en los pueblos cercanos a éste.
Se llevó a cabo la rutinaria inspección ocular de la tumba
dañada y el expediente fue preparado para formar parte de la columna de papeles
que soportaría el polvo que se pudiera generar en el archivo durante los
próximos diez años.
Pero todo se alejó de la rutina y de la normalidad cuando
ella apareció. Iba acompañada de dos mujeres mayores, que apenas podían andar,
mientras finalizaban lo que parecía un paseo tempranero por la carretera vieja.
Era una mujer muy hermosa y atractiva, alta, esbelta, con mucho cuerpo, ligera
a la vez y con el pelo más castaño, más liso y más largo que aquel recién
llegado había visto jamás.
II BAILE.
Ya no pudo pensar
en otra cosa el resto de la mañana y del día. ¿Quién sería aquella mujer? No
era sólo su belleza, esa mujer trasmitía algo más cuando se la observaba, se
caía como en una especie de hechizo.
La tarde llegaría a su fin junto con la muerte de la última
res del festejo taurino en el que habían tenido que prestar servicio de orden
público. Aunque se había pasado toda la corrida de toros observando y mirando
con los ojos muy abiertos al público asistente buscando el rostro de la mujer
que había visto paseando por la mañana, no había encontrado ni rastro de
aquella belleza, aquel pelo, de aquella obsesión. -¿Pasa algo?-, le preguntó el
auxiliar que le acompañaba en el interior del callejón de la plaza de toros de
Lanzahíta. -¿Eh?, no, nada, no pasa nada, simplemente observaba a ver si veía a
alguien que me gustaría saludar-. Y con tristeza clavó en el suelo la mirada.
Tras una buena cena, un poco de descanso y despojado por
completo de su condición de sargento de la policía local, decidió salir un rato
y distraerse un poco aquella noche por las fiestas del pueblo. Fue entonces, en
ese momento, y en la entrada de la plaza, donde se llevaba a cabo el baile
popular, cuando volvió a ver a aquella mujer. Esta vez le pareció incluso más
hermosa que la mañana anterior. Observó el lugar en el que se colocó dentro del
baile y procuró situarse muy cerca de ella.
Durante más de una hora no escuchó nada de lo que la gente le
estaba diciendo, no podía dejar de mirarla, de analizarla y de maravillarse.
Ahora ese precioso pelo largo castaño lo llevaba perfectamente recogido y
sujeto con un broche que imitaba a una mariposa con las dos alas abiertas, con
el cuerpo circular y un precioso y llamativo color azul.
Por un momento volvió al mundo real, miró al que tenía a su
lado y le pregunto: -¡Oye!, ¿quién es esa de ahí?, la del vestido oscuro
estampado-. Hubo un pequeño silencio, miradas, muecas…-¿Linda?, si, bueno, es
guapa ¿verdad?, viene siempre a pasar parte del verano a Lanzahíta, pero
olvídate de ella, no le interesas. En ese momento, y durante unos segundos, la
mujer clavó los ojos en la mirada de su observador, sonrió coqueta y dejó caer
una mirada tímida al suelo. -¿Linda?, ¿es así como se llama?- Si, así se llama,
pero por muy guapa que sea…, bueno, algunos dicen que está tarada, otros que
está endemoniada, que se acuesta con el mismísimo diablo, y que gracias a eso
parece que los años no pasan por ella. Yo, si te digo la verdad, creo que esas
historias y falacias sobre ella las han difundido las mujeres de su edad por
envidia, ya que ella sí conserva intacta la belleza de su juventud. Lo que sí
es cierto es que ni los más galanes, ni los más ricos de aquí, y de los
alrededores, han conseguido conquistarla, o si lo han hecho, ha sido en una
sola ocasión. Nunca nadie ha estado con ella más de dos veces-.
Escuchaba con mucha atención todo lo que aquel hombre que
estaba a su lado le narraba, pero sin poder dejar de mirarla. – Sigue, sigue
contándome-. El hombre continuó entonces su narración: - Pues eso, que de ahí
viene su leyenda negra. Dicen que cuando sale prefiere hablar con hombres
mayores o con tipos que parezca que sufren algún tipo de enfermedad. Se cree
que siempre anda buscando almas para su verdadero y único amor: el diablo-.
Lo cierto es que le escuchaba contar todo aquello pero sin
prestarle mucha atención. Pasaron unos cuarenta o cincuenta minutos más y la
mujer a la que acaban de ponerle el nombre de Linda comenzó su marcha, pero
antes de hacerlo se giró hacia donde se encontraba él y volvió a sonreír.
III ENCUENTRO.
A la mañana siguiente, sobre la mesa de su despacho, se
encontró con la decimoquinta denuncia por daños en una tumba. La echó un
vistazo y se dispuso a ir al lugar de los hechos, esta vez había sido en la
localidad de Pedro Bernardo. Pero en vez de ir directamente al pueblo apodado
como “Balcón del Tiétar” paró en la gasolinera del cruce de la carretera de
Buenaventura a repostar el vehículo oficial.
De camino a Pedro Bernardo vio un coche con las luces de
emergencia activadas y el capó levantado. Encendió los prioritarios azules del
vehículo policial y se posicionó justo detrás del averiado. Se apeó y se
dirigió hacia la parte frontal del vehículo para preguntarle al conductor por
lo ocurrido. –Buenos dí…as-. No se lo podía creer, era esa hermosa mujer,
Linda, la novia del diablo. -¡Ah!, buenos días, cuanto me alegro de que esté
usted aquí, se ha parado y no quiere volver a arrancar.
Tras mirar y buscar todas las posibles causas por la cuales
el coche no arrancaba llegaron a la conclusión de que no tenía remedio
inmediato, que se quedaría estacionado
allí hasta que una grúa fuese a recogerlo. La mujer se montó en el vehículo
policial y emprendieron la marcha hacia la casa de ella. –Me llamo Linda María
Sánchez Orihuela-. –Encantado, yo soy el sargento Nieto-. Ella sonrió y dijo:
-ya lo sé, se habla mucho de usted en Lanzahíta-. Sin dejar de mirar al frente
mientras conducía: -¡ah!, ¿si?, y ¿qué dicen?-. La mujer no dudó un instante su
respuesta, como si ya la tuviera ensayada: -dicen que es usted muy buen mozo y
muy guapo-. La cara del sargento se tornó de color rosáceo intenso y fue acompañado
de una risa absurda y nerviosa.
Al cabo de unos veinte minutos llegaron a la casa de ella al
final de la calle “higuerales”. –Muchas gracias por traerme, ha sido usted muy
amable, pase un ratito a casa y le prepararé un café que tiene cara de no haber
desayunado esta mañana-. Y sin dejar tiempo para una respuesta afirmativa o
negativa se bajó del vehículo policial entró en su casa y dejó la puerta
abierta tras de sí.
Era una casa grande,
con muebles muy antiguos pero restaurados y aparentemente nuevos. Toda la casa
estaba bañada de detalles colocados de una manera exquisita. Le llamó mucho la
atención un papiro con letras de aspecto muy antiguo que enmarcado colgaba en el lugar más visible del salón.
Estaba escrito en lo que parecía griego clásico.
-¡Ah!, es mi favorito. No la había oído acercarse y al
escuchar su voz el hombre se sobresaltó. – Es precioso-. –Es un palimpsesto*,
lo compró mi abuelo a un mercader de Saquara en Egipto. Ese manuscrito me
cambió la vida-.
El policía recordó sus años en la facultad cuando inició
estudios de filología hispánica. Imaginó a alguien rascando la tinta de aquel
papiro y rescatando bajo ella líneas escritas en griego ático. También hizo
memoria sobre la asignatura de griego, pero el paso del tiempo sólo le dejó diferenciar
dos palabras wanax unnas.
Se pasaron el día entero charlando, riendo, confesándose
cosas…cuando Nieto miró el reloj eran casi las diez de la noche. A la hora de
comer Linda había preparado un guiso de patatas que él devoró, pero ante el
cual ella no hizo el menor gesto de probar. Nada comió en la merienda, nada en
absoluto ingirió en la cena y nada en el desayuno del día siguiente cuando se
levantaron.
Aunque había pasado quizá la mejor noche de su vida junto a
la mujer más maravillosa, que para él pudiera existir, no dejaba de darle
vueltas a aquel papiro que había visto enmarcado en el salón. Le era bastante
familiar el nombre que aparecía en él escrito en griego: unnas, pero por
muchas vueltas que le daba no conseguía recordar a quién correspondía aquel
nombre de rey o soberano.
*Se llama palimpsesto al manuscrito
que todavía conserva huellas de otra escritura anterior en la misma superficie,
pero borrada expresamente para dar lugar a la que ahora existe.
IV RESOLUCIÓN DE UN CASO.
Los siguientes dos días los pasó encerrado en su despacho
amenazado por el alcalde, y por el juez de instrucción de la zona, de que no
saliese de allí hasta que no resolviese el asunto de los saqueos y los daños en
las sepulturas de los cementerios de la zona.
A Linda no la había vuelto a ver, ni había podido contactar
con ella por teléfono. Durante esos dos días fueron muchas las historias que
escuchó sobre Linda, claro está, que las escuchó porque él mismo fue
preguntando por ella a las gentes de Lanzahíta. Decían que seguía igual de
joven y hermosa que hace treinta años. Algunos decían que era un fenómeno
natural, otros que su relación con el diablo era lo que la mantenía así, pero
fuese lo que fuese no dejaba de ser extraordinario el caso de aquella mujer.
Pasaron algo más de cuatro meses y Enero quedaba atrás para
dejar paso a, un todavía frío, Febrero. Con este cambio de mes llegaron las
fiestas de San Blas en Lanzahíta.
En estos meses transcurridos desde la última vez que viera a
Linda, el Sargento Nieto había trabajado obsesivamente en el asunto de los
daños en las sepulturas de los cementerios, aunque desde que en Septiembre se
pusiera la decimoquinta denuncia no se había vuelto a tener noticia de ningún
caso más.
La celebración de la festividad de San Blas era cuando le
había asegurado el sargento de la policía al alcalde y al juez que quedaría
resuelto el caso de la profanación de las tumbas, y junto con ello desvelaría
algo más.
Cuando en el mes de Diciembre pudo volver a casa con motivo
de un permiso continuado y navideño, Nieto puso “patas arriba” el trastero
donde guardaba, junto a muchos buenos y malos recuerdos, todos los libros y
apuntes del colegio, instituto, facultad y academias militares y policiales por
las que había pasado. Aunque no tenía muy claro lo que estaba buscando eso no
fue óbice para que lo encontrase. Fue mientras sostenía con las manos
temblorosas un folio cuadriculado y perteneciente a los apuntes de una
asignatura de libre configuración que había cursado durante la carrera,
denominada como “Egiptología” cuando lo leyó: Faraón Unas.
Llevaba más de un mes preparándose y esperando para que la
hipótesis en la que se basaba para creer poder resolver el caso se hiciese
realidad, y ahora que había llegado el momento los nervios le apretaban tanto
la garganta que era incapaz de tragar saliva.
Era sábado por la tarde. El reloj del ayuntamiento anunció
mediante campanadas que eran las siete. La noche ya era cerrada a esa hora de
la tarde. El sargento Nieto miró su reloj de pulsera, se montó en el vehículo
oficial y apagó el puente con luz de color azul que le otorgaba la condición de
policial al coche. Se dirigió conduciendo por la avenida de los “Sargentos
Provisionales” hacia el cementerio. Las piernas, al igual que las manos,
empezaron a temblarle y flojear de una manera alarmante y que nunca había
experimentado cuando encontró estacionado en un sendero contiguo al cementerio
el vehículo que con seguridad esperaba encontrar allí.
Antes de entrar en el cementerio marcó el número de teléfono
del alcalde. –Como le dije he resuelto el caso de las tumbas y de paso he esclarecido
el misterio que tanto ha dado que hablar en Lanzahíta-.
Entró sigilosamente en el cementerio abriendo la puerta con
cautela y andando muy despacio para no dar cuenta de su presencia. Se paró unos
segundos para dejarse guiar por los ruidos que se podían percibir en aquel
lugar tan silencioso en su normalidad.
Poco a poco se fue acercando allí donde la intensidad de los
ruidos era mayor. Se posicionó en el agujero que había dejado la retirada de la
lápida. Sacó la linterna, presionó el botón de encendido y alumbró hacia abajo.
La luz de la linterna destelleó e iluminó con intensidad el cuerpo azul de una mariposa con las alas
abiertas. FIN.
NOTA DE AUTOR:
Pocos son los datos de los que se disponen en relación con el Faraón Unas.
Posiblemente el Rey del Mundo Alejandro escuchase la leyenda de este Faraón
cuando se hizo nombrar hijo de Zeus-Amón en Siwah (Egipto). También
posiblemente encargaría a Ptolomeo que dejara la leyenda de este Faraón por
escrito. Los pocos grabados en los que aparece este Faraón hacen referencia a
que fue el Faraón que llevó a cabo el reinado más largo que se conoce. En sus
representaciones aparecía rodeado de hombres y mujeres tan delgados que parecían
esqueletos. Esta circunstancia fue interpretada de varias maneras. Unos
mantenían la creencia de que ese Faraón logró sobrevivir y mantenerse por
encima de continuas épocas de hambruna. Otros mantenían que había encontrado un
pasaje del libro de los muertos en el que se daba cuenta de la posibilidad de
conseguir la inmortalidad. Esta posibilidad pasaba por la necrofagia, es decir,
comer la carne de los muertos, de ahí que siempre en sus representaciones
aparecieran esqueletos o muertos.
3) Génesis
(infantil)
No olvidéis que la fecha límite de entrega este año es el 1 de septiembre.
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